Hay un programa de radio que pasa en una estación de jazz, en el que hablan de el soundtrack de personajes de la cultura y/o conocidos del productor, muchos de ellos artistas independientes, el personaje en cuestión habla de la música que le acompañó en las principales etapas de su vida, en los rompimientos, inicios musicales, inicios artísticos, lo más memorable.
Acabo de ver High Fidelity… tenía más de 18 años sin verla, recuerdo haberla visto en el cine y sentí un embarque directo al pasado al escuchar música de The Beta Band, Elvis Costello, Stereolab, Love y me puse a pensar sobre el soundtrack de mi vida. Tenía 24 años entonces y sólo 2 años de empezar a conocer de música, durante la preparatoria no tuve un grupo de amigos aficionados, así que empecé tarde.
En la universidad me moví desde los hombres G hasta Fey, pero fue en 1995 cuando compré mis primeros CD, y todos eran de jazz porque eran los más baratos en las tiendas.
En 1998 conocí a un muchacho que me abrió la vida a la música y el cine, cuándo comencé a construir mi soundtrack, para mí la etapa posterior a la universidad estuvo llena de ambición y un deseo permanente por conocer, leer, escribir, bailar, imaginar.
Recuerdo con emoción ese momento en que me ponía los audífonos de mi walkman para caminar al ritmo de Massive Attack, subir al camión con Stereolab, Cerati, sentarme en el jardín de la casa que compartía a escuchar música y contar piedras, mirar el cielo azul sin expectativas mayores a sentir la música. Me encantaba no salir a ningún lado y escuchar música sola, caminar a tomar un café sin tener que hablar con nadie porque escuchaba a PJ Harvey.
Leer a Paul Auster y Murakami mientras llovía rumbo a la Condesa, mientras caminaba kilómetros sobre calzada de Tlalpan al salir de la maestría, escribir sin parar en mesas de café de Coyoacán escuchando a Gorillaz, averiguar que soy parte de una generación llamada X y leer el libro de Douglas Coupland pero entendiendo que el acceso a la información era muy distinto en México que en el resto del mundo.
Todo ello pensaba al ver High Fidelity, recordar que hay que construir el soudtrack de nuestra vida, que hay que hacerlo bonito, que de ello depende que los mejores recuerdos se alíen a música que rompa las barreras, podemos elegir qué escuchar en cada momento, o lloramos con Radiohead de vez en vez o nos pusimos meditabundos con Tricky. Ármense su soundtrack bonito, porque al pasar los años, volver a los 24 emocionalmente se merece tener buena música.