¿Cuantas veces nos hemos tirado al drama, quejándonos lastimeramente de lo que nos sucede?, ya sea en el trabajo, con las parejas, con aquello que nos quita el sueño o que nos hace sentir abrumados hasta la derrota. Pequeños o grandes problemas que causan dudas, infiltraciones emocionales en las paredes de nuestra mente. Eso que te dices... no puedo más, llamas a tus padres para decirles que no puedes más, a tus amigos por decimotercera ocasión para decirles a moco tendido: ¡No puedo más!... y al día siguiente te sonríes y dices... next.
Sí y no es next hacia la dirección -> sáquenme de aquí. Sino un next en la dirección, bueno, voy a quedarme a combatir este problema y obtener una solución que me satisfaga, no se diga para toda la vida, dígase que me satisfaga el día de hoy, que me deje contenta el día de hoy... aunque mañana llame a mis padres de nuevo para decirles ¡No puedo más! y mis amigos reciban la llamada decimocuarta... Se llama deseo a luchar, un derecho que parece que nosotros nos negamos TODO el tiempo. Cosa tan curiosa, a la primera dificultad nos quejamos y llevamos a todos los que nos rodean al hartazgo con "la misma canción" y entones comienzan los juicios... ¡Si te quejas me das el derecho a juzgarte y decirte cuan mal estás por seguir ahí! ¿Saben que?... No, no, no... ése derecho de juicio no existe, no es un derecho adquirido al ser receptor de las quejas del otro, porque a veces sólo se desea ser escuchado y tal vez no sentirse sólo en lo abrumado, pero ¿porque nos gusta quejarnos?... No lo sé, pero creo que es válido el derecho a quejarse tanto cómo el de la otra persona a decir: ¿Sabes que?, te quiero mucho, hablamos cuando estés mejor. Y es tan válido a decidir luchar.
Hace unas semanas una querida amiga me comentaba que regresaba con su ex, de quien estaba separada hace varios meses, tienen hijos y me contaba que era tan doloroso ver cómo sufrían al ver que debían irse por caminos separados cada fin de semana, sus palabras fueron : "Por ellos vale la pena intentarlo mil veces". Eso es el derecho a la lucha. Tiempo de respetarlo y validarlo, porque nadie más que quien lo vive puede hablar sobre lo feliz que lo hace sentir, porque es cierto, si bien nos quejamos cuando las cosas están mal, cuando estamos bien no hacemos mucho ruido y la gente cree que nunca sucede, es hora de hacer más ruido cuando estamos contentos de nuestras decisiones, así nos miren de arriba a abajo y nos digan que siempre tropezaremos con la misma piedra.. ¡Sí! Esa piedra es nuestra y la hemos elegido.
martes, 5 de enero de 2010
domingo, 3 de enero de 2010
Sobre las horas
Ayer después de algunos años de su lanzamiento, pude ver "Las horas", la película, la ví en HBO o Cinemax o MovieCity, no sé, alguna de esas cadenas la presento y por fin pude verla, parte de mi actualización cinematográfica tras algunos años de escasas visitas al cine.
No hablaré de la película, salvo de la "extraña" Virgina Woolf al hablar de sus personajes, con la pasión de quien es fanático de las series televisivas y repasa en su cabeza cada capítulo repitiendo los diálogos, incluso cuando está acompañado, lo que hace pensar a quienes se sientan a su lado que está loco o no cuenta los chistes a nadie más... eso o habla con ángeles - (mi hermana usó esa frase el 1o. de enero cuando mi hija se río sola)-.
Entonces me pregunté si no es miedo lo que me impide escribir, sí, miedo a entrar en esos laberintos que se ven en la película y que no desconozco, esos laberintos oscuros, como las escarpadas montañas de los Cárpatos, en que la única forma de salir es guiándose por la luna llena, que helada nos vuelve pálidos. Es que no es sencillo para mi entrar en tal estado de exitación, de enajenación siendo madre, porque no es cómo salir del trabajo, subir al auto y llegar a casa a ver a Dora la Exploradora, no es tan fácil dar la vuelta o al menos a mi no me resulta sencillo, eso de ir y venir entre la pureza de la infancia y lo contrario que sea ser adulto y hablar de cosas dolorosas para cualquiera adulto. ¡Ah Dios! Que difícil es este bloqueo electivo.
No hablaré de la película, salvo de la "extraña" Virgina Woolf al hablar de sus personajes, con la pasión de quien es fanático de las series televisivas y repasa en su cabeza cada capítulo repitiendo los diálogos, incluso cuando está acompañado, lo que hace pensar a quienes se sientan a su lado que está loco o no cuenta los chistes a nadie más... eso o habla con ángeles - (mi hermana usó esa frase el 1o. de enero cuando mi hija se río sola)-.
Entonces me pregunté si no es miedo lo que me impide escribir, sí, miedo a entrar en esos laberintos que se ven en la película y que no desconozco, esos laberintos oscuros, como las escarpadas montañas de los Cárpatos, en que la única forma de salir es guiándose por la luna llena, que helada nos vuelve pálidos. Es que no es sencillo para mi entrar en tal estado de exitación, de enajenación siendo madre, porque no es cómo salir del trabajo, subir al auto y llegar a casa a ver a Dora la Exploradora, no es tan fácil dar la vuelta o al menos a mi no me resulta sencillo, eso de ir y venir entre la pureza de la infancia y lo contrario que sea ser adulto y hablar de cosas dolorosas para cualquiera adulto. ¡Ah Dios! Que difícil es este bloqueo electivo.
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